La respuesta de cortesía

- Así que es verdad: estoy muerto.
- Estás muerto.
- Y esto es el Cielo. 
- Exacto.
- Es prácticamente como lo imaginaba: luz indirecta, minimalismo blanco, todo huele bien…
- Sí, intentamos que no haya sorpresas con el diseño. Para emociones fuertes ya está la vida.
- ¿Y ahora qué pasa?
- Ahora es cuando te ofrecemos la respuesta de cortesía.
- No entiendo.
- Te responderemos a una pregunta sobre cualquier aspecto de tu vida.

El recién llegado titubea bajo su nuevo halo.
- ¿Y qué pasa en el Infierno?
- Pues en realidad es muy parecido a esto. Pero allí les respondemos a todo lo que quieran saber.


Te va a sonar extraño

Paco, todo esto te va a sonar extraño, pero quiero que me escuches con atención. Vete al cuarto del niño. Mueve la zapatera hacia un lado: hay una rejilla detrás. Coge un destornillador y ábrela. Encontrarás un libro dentro de una funda impermeable. Quiero que lo leas. Ahí lo tienes todo, Paco. Las cosas que haces, lo que opinas, lo que dices, tus manías, tus recuerdos, tus secretos. Todo lo que eres está explicado en esas páginas. Dicen que tienen que resetearte porque estás dando problemas de estabilidad. Tienes que irte, Paco. No mires atrás. Coge tu manual y corre.


Inmóvil

El delegado sindical del Nautilus se sienta ante la mesa de coral del capitán. Viene a pedir tímidas mejoras en las condiciones laborales de la tripulación.
Un segundo después, la negociación finaliza. 


Un minuto después, los marineros ven su cadáver salir despedido por la escotilla.

Una hora después, estalla el motín.
Un día después, salpicado de sangre, Nemo y sus oficiales se atrincheran en la sala de mando.
Un mes después, agonizando por la sed y la rabia, el capitán murmura una orden.
Un año después, una criatura abisal zigzaguea entre los restos del Nautilus, inmóvil en su paz social.


Elastano

No recuerdo cuándo ganar al pádel se convirtió en algo tan importante para mí.
Lo pienso mientras mi compañero de partido intenta sujetarme, estirando mi camiseta técnica (70% polyester, 30% elastano) hasta su máxima tensión, para evitar que salte la red y estrangule a mi rival al otro lado de la pista, pese a que su único pecado ha sido clavarme otro mate y soltar esa risita.
¿Qué me pasa? Si superé con entereza el divorcio, el juicio por la custodia, lo de mi madre y estos meses de implacable soledad. ¿Por qué necesito tan desesperadamente ganarle a este gilipollas?



Inapreciable

Desde este gastado grifo que gotea, nace un caudal inapreciable que escapa por esa mínima grieta del lavabo de la sacristía.
Continúa el exiguo hilillo de agua colándose por vericuetos imposibles, entre baldosines y vigas, resbala por el pan de oro del retablo hasta gotear con precisión sobre la corona solar.
Desde allí, fluye lentamente hacia unos ojos dolientes, aparentando una suerte de lágrimas que se deslizan mejilla abajo por el rostro de madera.
Todo esto será insignificante hasta que escuchemos en la iglesia el grito febril del primero de los fieles. Que caerá de rodillas,
al ver el milagro.



Arañazo

Hola. 
Estoy garabateando esta nota sobre el capó de tu coche, porque te he hecho un arañazo al pasar y se supone que estoy apuntando los datos de mi seguro. 
Sinceramente, hubiera pasado de largo, pero había mucha gente alrededor. 
Comprobarás enseguida que esta nota no contiene mi teléfono. 
Es todo un paripé para encubrir otro acto de cobarde egoísmo.
Pero gracias a este incidente, ahora tú, anónimo propietario de un Ford Fiesta, has desenmascarado a mi verdadero yo. 
Mejor que nadie, tú me conoces.
Creo que eres, en realidad, lo más cerca que he estado de tener un amigo.


2016

Finalmente la pala golpea algo metálico y la multitud responde con un aplauso breve y descoordinado. Tres operarios extraen la cápsula del tiempo, que depositan a los pies del presidente. En el ovoide oxidado hay grabada una fecha: 2016. Se abre ceremoniosamente el artefacto, que contiene solo un objeto: una urna de metacrilato, empleada en las últimas elecciones de la Era Democrática.

El presidente vitalicio se dirige a las cámaras para explicar cuántas elecciones fallidas hubo aquel año aciago e ironiza sobre fragilidad del sistema, introduciendo un dedo por el agujero de bala.
Justo después suena el toque de queda.


Al Desastre

El candidato sabe que la medida de un hombre se define por los sacrificios que está dispuesto a hacer por los suyos. Por eso aceptó invertir su fortuna y arruinar su reputación: para aniquilar al enemigo desde dentro.
Y ahora va a inmolarse ante estos locos, para mostrarles que este camino de odio solo conduce al desastre.

Silencia a la multitud levantando los brazos y remata su discurso:
- Os lo prometo. Nuestras bombas nucleares caerán sobre esos terroristas. ¡Habrá un Hiroshima para todo el Islam!
Solo entonces Trump entiende la magnitud de su error.
Porque ellos simplemente aplauden más fuerte.


Clases Particulares

Mira, en este país no hay nadie inocente. Y si ahora les salen tantos casos de corrupción es porque están saneando el partido. ¿Tú crees que los demás no roban? No seas ingenuo. Además, cualquiera ve que las cosas están mejorando. El mercado se mueve, la bolsa y todo eso. Empieza a haber trabajo. Mira a Julián, ¿cuánto llevaba buscando curro? Viviendo de la pensión de su madre y de dar clases particulares en casa. Pues toma, la semana pasada empezó de reponedor. Un sueldo más, un parado menos. Que sí hombre, no seas fanático. Que las cosas van mejor.


Siempre Suyo

Querido doctor Lawrence, lamento los desperfectos y la conmoción que ha causado mi fuga del psiquiátrico. Espero que comprenda que, a pesar de todo, le guardo un gran aprecio y valoro nuestras largas conversaciones durante lo que usted consideraba "mi terapia". A la vista de los acontecimientos, ya habrá entendido que mis historias eran ciertas, por muy descabelladas que le parecieran entonces.
No soy humano. Y sí, hay otros como yo viviendo entre ustedes. Espero sinceramente que, lejos de inquietarle, esta revelación le ayude a entender que vive en un mundo infinitamente más interesante de lo que imagina. Siempre suyo,


Todos se rieron

Sí, sé por qué estoy aquí. Parece que alguien se ha ofendido por algo que he dicho. Joder, es que en esta empresa cada vez tenemos la piel más fina. No, no estoy justificando nada, pero cuando sacamos las cosas de contexto, siempre suenan mal. Mira, estábamos en el office, terminando un viernes, era un momento distendido. ¿Tú sabes la presión que hemos soportado últimamente? ¿Las horas que hemos hecho? Sí, es posible que hiciera un chiste mencionando sus tetas, no lo niego. Pero no fue algo desagradable, fue una tontería. Pregunta a los demás. Verás que todos se rieron.


Pandora

- Pandora, este es mi hermano, Prometeo.
Se dan dos besos.
- Encantada. Tú eres el que robó el fuego del Olimpo, ¿no?
- Sí, ¿cómo lo sabes?
- Vi tu video en Youtube llevando la antorcha.
- Era el tallo de una cañaheja. Como arde muy despacio, es práctica para trasladar el fuego grandes distancias.
- ¿Por qué lo hiciste?
- Como protesta contra el idiota de Zeus y sus prohibiciones - Prometeo estalla en una carcajada altanera. - Seguro que está cabreadísimo.
Pandora le acompaña con una sonrisa, pero en sus ojos la venganza de Zeus también arde lentamente.
Y sus dedos tamborilean sobre la caja.


Los Duelistas

Los duelistas, según lo previsto, se reúnen en lo alto de la colina. Les acompañan sendos padrinos, un maestro de armas y cuatro testigos. Como amanece sobre la ciudad, el grupo pierde un rato en admirar cómo el cielo reverbera entre rosáceos y ambarinos, proyectando espectacularmente la mañana sobre los cúmulonimbos.
- Qué barbaridad. Qué bonito.
Hay un murmullo general de asentimiento. Nadie está de humor para muertos bajo un cielo así.
- Por cierto, con el madrugón se me han olvidado las pistolas - reconoce alguno.
El agraviado frunce el ceño, un poco por cumplir.
Pero todos dan por buena la mañana.


Un Accidente

- No voy a dejarla. Está embarazada.
- Pero… ibas a pedirle el divorcio.
- Sé lo que dije, pero esto ha sido un accidente. Y ahora todo es distinto.
- No puedo creerlo. ¿Desde cuándo lo sabes?
- Hace un par de meses.
Ella ni siquiera le mira, sus ojos se clavan en la carretera.
- Y has seguido viéndome desde entonces.
- Lo siento, no sabía qué hacer. Ni cómo contártelo.
Durante dos kilómetros no responde, sorprendida por sentir una rabia tan pura.
Después, su pie aplasta el acelerador, una simple extensión de su furia.
Él grita algo ininteligible.
Ella, concienzudamente, ignora la siguiente curva.


El mejor del debate

Algo va mal.
Lo sabe en cuanto su mujer lo abraza y le susurra “felicidades”, como si vertiera veneno en su oído.
Pero el candidato sigue sonriendo, estrecha manos, recibe palmadas en la espalda
Has estado fantástico. Muy seguro. El mejor del debate.
El móvil cascabelea con mensajes de apoyo.
Pero él solo puede confiar en una persona. Busca con la mirada a su ayudante, ese modelo de abnegada discreción. Está solo, mirándole fijamente desde bastidores.
Y responde a su pregunta negando lentamente con la cabeza.
Con la ternura de un amante que seguirá a tu lado en la derrota.



Ábreme

- Cariño, ábreme. Sabes que lo siento mucho. Fue un accidente, un acto reflejo. Ábreme, Marta. Déjame verte el ojo. No seas cría, que me estoy poniendo nervioso. No me hagas gritar. Abre de una vez.
Sorprendentemente, la puerta se entreabre.
Él inmediatamente la bloquea con el pie, para prevenir cualquier arrepentimiento. Pero por primera vez, en el delgado espacio creado entre ambos, hay algo distinto al miedo.
Aparece la vibrante llama del encendedor de cocina. Y detrás, la boquilla del spray para cucarachas.
Es algo que Marta vio ayer en una película.
Y también dirá que fue un acto reflejo.

Entre dientes

- Te fuiste sin decir nada.
- Sí.
- Después de vaciarme las cuentas. 
- Sí.
- Y nunca respondiste a mis mensajes.
- Es verdad.
- Y ahora apareces en mi puerta, sin avisar.
- Exacto.
- Es increíble, no hay palabras para describir lo mal que te has portado conmigo.
- Si las hay, pero no hace falta decirlas.
- ¿En serio crees que voy a dejarte entrar?
- Eres el único suficientemente idiota para perdonarme.
Hay un largo silencio.
Y luego, un intrincado insulto.
Pero dicho entre dientes, como el que se ríe a su pesar de un chiste malísimo, pero bien contado.
Y, por supuesto, la deja pasar.

Un selfi

Desde lo alto de las murallas de Troya, Paris se hace un selfi. Está imponente, sosteniendo la espada y marcando el bíceps, mientras debajo millares de enemigos aqueos desembarcan en la playa para luchar. La foto, no obstante, causa notoria incomodidad entre los notables que le acompañan. No parecen adecuadas estas frivolidades ante hombres que van a morir. 
Pero el troyano, indolente, enseguida la sube a Instagram.
 ‪#‎estoempieza‬‪#‎helenasequeda‬ ‪#‎laqueheliado‬ 
#‎vamoshector‬ ‪#‎victoriaomuerte‬.
Un furioso Odiseo le arrebata el móvil y lo lanza muralla abajo. Pero el mal ya está hecho. Para cuando muere Protesilao la foto lleva cien mil likes.


La causa

El empleado repite:
son dos con ochenta.
El cliente mantiene un silencio inmóvil, con la mirada fija en su gorra corporativa.
Señor, ¿me escucha?
Pero el cliente está tomando la decisión más trascendental en la vida de ambos. Estudia a su interlocutor: restos del desayuno atrapados en los dientes, el proyecto de barba que oculta las espinillas, la mirada vacuna. No. Este hombre no es el enemigo. Es el vacío. Su vida o su muerte no aportan nada a la causa.
Lentamente aparta el dedo del detonador, oculto en el bolsillo de la chaqueta. Y busca los dos con ochenta.

De frente

Juanillo, a ti te han domesticado. Te lo digo a la cara, tú sabes que yo siempre voy de frente. Te han puesto la correa. A ti, que eras una leyenda de la noche, que nadie te seguía el ritmo ni a cubatas ni a tías. Siempre eras el primero en llegar y el último en marcharte. Y mírate ahora, disfrazado de pingüino, sonriendo como si este paripé te emocionara. Yo te quiero, Juanillo, pero este no eres tú. 
Y dejadme en paz, coño, que no voy a soltar el micrófono. Aun tengo muchas cosas que decirle a los novios.

Once pasos

Jugaron el partido, sufrieron la prórroga y fallaron todos los penaltis. Después de un centenar de penas máximas erradas, el reglamento establecía el lanzamiento de una moneda para el desempate. Por supuesto, con lo tonta que estaba la tarde, cayó de canto, en milagroso equilibrio, mientras el árbitro internacional murmuraba un prosaico “no me jodas”. 
Las deliberaciones posteriores fueron tan intensas que incluyeron dos tarjetas amarillas. Finalmente apareció el linier cargando un maletín con dos pistolas que entregó a sendos capitanes, tan voluntariosos como estupefactos. Once pasos después, los disparos y el pitido de final de partido fueron todo uno.

Sumergido

Obviamente, subiría a tomar aire a la superficie si no fuera por las manos que le mantienen sumergido.
Y con toda seguridad quien le retiene allí no se tomaría todas estas molestias (porque, honestamente, la tarea no es sencilla y requiere un considerable esfuerzo físico y emocional) sin la urgencia de cobrar por, digamos, la gestión.
Curiosamente, las deudas que provocaron esta acuciante necesidad de efectivo en la persona sobre el agua, no existirían sin su afición descontrolada a ciertos vicios en los que le introdujo años atrás el hombre sumergido.
Pero ni esta ironía sobrevive a la última burbuja.

Antes de que lo preguntes

Hola. Como puedes ver en las fotos de mi perfil, tengo una discapacidad. Pero me gusta el sexo y puedo sentir en todas partes (antes de que lo preguntes). No busco compasión. Vivo sola, soy independiente y tengo trabajo. Me considero una persona alegre y bastante feliz, pero no puedo sonreír debido a mi parálisis. Me desplazo en una silla de ruedas, pero tengo cierta movilidad que, por desgracia, ahora estoy perdiendo. Me gustaría mantener encuentros esporádicos antes de que mi dolencia vaya a peor. 
Si tienes alguna duda, estaré encantada de responder. 
Pero por favor, no seas un idiota.

Péndulo

- ¿Qué hago aquí? ¿Qué está pasando?
- ¿Sabes quién eres?
- No. ¿Quién es usted? ¿Quién es esa gente?
- Estás en un espectáculo de magia. Te acabo de hipnotizar.
- Esto no me gusta. No recuerdo mi nombre.
- No te preocupes. Te llamas Cleopatra, eres…
- No diga gilipolleces. No soy un mono de circo. Quiero recuperar mi identidad.
- De acuerdo, pero primero tienes que ser Cleopatra unos minutos, esta gente ha pagado su entrada.
- O me devuelves la memoria o te tragas ese péndulo.
Con unas prisas muy poco melodramáticas, El Gran Zaraz chasquea nuevamente los dedos.
- ¿Qué hago aquí? ¿Qué está pasando?

Los buenos momentos

Manolo, dejo esta nota en el bote de las galletas, porque sé que tarde o temprano vendrás a picar, que tú no sabes controlarte.
Cuando leas esto, ya no estaré a tu lado. Gracias por los buenos momentos y por tu cariño durante mi enfermedad.
También quiero decirte que no me parecería nada bien que te casaras de nuevo ahora que no estoy. Sé que cada vez que me marchaba al pueblo tú te ibas de fulanas, que siempre has sido muy fogoso y muy cabrón. Qué remedio.
Pero casarte de nuevo, ni se te ocurra, Manolo.
Tuya siempre,
Marisa


Zona de Confort

Paco, yo sé que estás muy motivado y me alegro un montón. Has mejorado mucho estas últimas semanas. Reconozco que aquellos videos te vinieron muy bien y casi pareces otro. Pero cariño, tienes que aprender a filtrar un poco. Ya me explicaste diez veces lo de salir de la zona de confort. Pero si vamos al súper de siempre es porque está cerca, tiene parking y buenos precios. Si quieres, lo recorremos en otro orden o nos llevamos cuscús en vez de arroz, pero yo llevo casi doce horas trabajando. Solo quiero hacer la puta compra y llegar a casa.


En tu derecho

Tu entrevista fue bien, nos pareciste una aspirante muy seria. Y dejaste claro que conoces el puesto. No, no hiciste nada mal. Simplemente había otro candidato con un perfil que se ajustaba mejor a lo que estamos buscando. Aportaba un valor añadido. Fue una decisión interna, no tenemos que dar explicaciones. No, aquí eso no se tiene en cuenta. Bueno, yo tengo mi propia opinión, porque ya he sufrido lo de formar a una trabajadora y luego estar preocupado por si se queda embarazada. Y eso con un hombre no pasa. Pero que quede claro que estás en tu derecho.

Ya empieza

- ¿Para qué? Usted no va a creerme.
- Tú cuéntamelo.
- No hay mucho que contar. Anoche volvíamos a casa, yo iba conduciendo. 
- ¿Iban hablando?
- No, escuchando la radio. A ella le encanta el jazz. Le encantaba, supongo.
- ¿Y qué pasó?
- De pronto noté que estaba llorando en silencio. Me miró y dijo algo como: “Ya empieza, cariño. Tengo que volver. No creo que pueda regresar contigo”.
- ¿Y?
- Suena a locura, pero comenzó a irradiar una luz blanca, muy intensa. Y… desapareció. Sus ropas, las gafas, todo cayó al asiento, pero ella ya no estaba allí.
- Claro que te creo. Aparentemente eso mismo sucedió ayer con cientos de personas.



La Lista

- Lo siento, no estás en la lista. No puedes pasar.
- Tengo que estar. Mira de nuevo.
- Ya he mirado. No estás.
- Debe ser un error. Me aseguraron que estaría.
- Ya. Todos dicen lo mismo.
- Esto es inaceptable. Quiero hablar con tu superior.
- Lo siento, aquí no hay nadie más. Solo estoy yo.
- Entonces, ¿quién te da la lista?
- Nadie. Está aquí cuando comienzo mi turno.
- Y tú te limitas a cogerla y controlar la puerta.
- Sí
- Respóndeme a una cosa, ¿alguna vez dejas pasar a alguien?
- En realidad, no - susurra San Pedro. Nunca ha habido un nombre en la lista.

Un juego

Todos los domingos, puntuales y expectantes, los sobrinos almuerzan con tía Tula. Mientras les sirve la sopa, repasa los rumores más notables del vecindario, pródigo en leyendas de sangre caliente.
En realidad todo es un juego. Los sobrinos van divulgando las historias más descabelladas, para que lleguen a oídos de la tía. El ganador es quien le cuele la patraña más escandalosa.

- Dios misericordioso. Se dice por ahí que el nuevo cura es hermafrodita.

Estallan las risas, el vencedor levanta su copa.
En realidad, Tula es todo menos tonta. Pero no quiere que los niños dejen de venir los domingos.


La Ley



Presidente, gracias por atenderme. Sé que estás ocupado. Solo quería hacerte un comentario sobre la votación. Te cuento en confianza: tuve a la niña de Erasmus en Italia. Te prometo que es un ángel. Pero se echó un novio gilipollas y hace dos meses nos apareció con un bombo. Presidente, yo siempre había tenido otra opinión, pero in situ, no vi otra salida que proteger su futuro. Por eso ahora, a nivel ético, me sabe mal votar la ley.
Yo preferiría ausentarme ese día.
Pero solo si tú estás de acuerdo.
Que tampoco pretendo anteponer temas personales al servicio público.

Esta sangre

Una pequeña flor roja se imprime en el suelo.
- Señor… está goteando. ¿Eso es sangre?
- Creo que sí.
- ¿Está bien? ¿Se ha herido en el brazo?
- No estoy seguro, señorita. Me parece que esta sangre no es mía.
- ¿Qué ha pasado?
- No sabría decirle. Me viene una imagen terrible de varios cuerpos, apilados en la bañera de mi habitación. Pero no sé si realmente están allí o si es otro de mis delirios. Puede que sea un corte accidental.
- Voy a llamar a la policía, usted no se mueva.
- Aquí me quedo, señorita. No se preocupe. Yo también quisiera aclararlo.

Rabdomante

- ¿Profesión?
- Rabdomante supremo, maestro de las líneas ley.
La funcionaria ni siquiera levanta la vista.
- ¿Y eso qué es?
- Puede poner radioestesista.
- No va a salir. ¿Es una especie de quiropráctico?
- No, no. Quizás venga por zahorí.
- ¿Zahorí? ¿Los que caminan por el monte moviendo un palo?
El rabdomante enrojece sutilmente.
- Bueno, es más complicado que eso. Detectamos radiaciones y venas metalíferas que
Le silencia el solemne aleteo de unas pestañas generosas en rímel y a continuación la mirada más prosaica del mundo.
Se libra una breve e inmisericorde batalla entre magia y raciocinio.
- Le voy a poner en "otros".

La llamada

- Señor, su mujer por la línea dos.
- ¿Mi mujer?
- Sí. ¿Le paso la llamada?
- ¿Ha dicho que es mi mujer?
- Sí.
- Es un error. Yo no estoy casado.
- Ha preguntado específicamente por usted.
- Pero no puede ser.
- Precisamente su mujer me advirtió que usted negaría estar casado.
- ¿Eso ha dicho?
- Sí, señor. Y también que usted no es quién dice ser. Que lleva seis meses simulando ser el nuevo jefe de cuentas. Que si quiero, le pregunte dónde está el auténtico, pero que con toda seguridad usted preferiría recordar su matrimonio a que yo siguiera hablando.
- Páseme a mi mujer.

El taxista

El taxista, en vez de arrancar, gira lentamente la cabeza hacia ella. El grueso cuello forzado, la papada que oscila en un ejercicio hipnótico.

- No, señorita. No voy a seguir a ese coche. No insista. Créame, me han dicho esa frase muchas veces. Y nunca, ni una sola vez, ha traído nada bueno. La vida no es una película. Sea honesta consigo misma, tome su decisión de una vez. Porque lo que pretende querer averiguar siguiéndole, en realidad usted ya lo sabe.

Y vuelve a su crucigrama dejando correr el silencio, indiferente a si terminará en portazo o en llanto.

Naranjas

Venía de comprar naranjas la mañana que comenzó el Apocalipsis.
Había localizado el mejor género del mercado y, satisfecho, cargaba con tres kilos en una malla.
Inevitablemente rodaron por el suelo cuando la voz anunció el fin y los meteoritos trazaron en el cielo líneas de fuego tan bajas que violentaron los edificios cercanos como jarrones de porcelana.
Inmóvil bajo la lluvia de cristales, Caín contempló desencantado como aquellas preciosas naranjas se dispersaban entre la multitud que corría o se arrodillaba.
No por primera vez sufría los rigores de la ira de Dios.
Pero sonrió pensando que sería la última.

La chica de la curva

Hay un momento muy embarazoso cuando los dos operarios coinciden con la chica de la curva, que titila con palidez lunar. No puede haber escena más incongruente: ellos con su ropa reflectante y su tabaco negro, ella siniestra y traslúcida en su traje blanco. 
Con respetuosa diligencia saludan y plantan allí la señal de curva peligrosa, escrutados por unos ojos muertos. 
El exorcismo se completa sin aullidos, solo hay unos comentarios mordaces de la ya exfuncionaria sobre la histórica desidia del gobierno regional con estas carreteras. 
Ellos asienten, qué les va a contar. 
Luego la noche queda libre de ectoplasmas.


Invulnerable

Junior, no hay sicarios jubilados, como no hay veteranos de la ruleta rusa. Si te has decidido por esta vida tienes que estar siempre preparado para cuando llegue el golpe. No te pido que te obsesiones, solo que viajes ligero, que tengas siempre listos tus asuntos. No es fácil, pero aprenderás que es un modo glorioso de vivir. 
Te hará poderoso, porque te sentirás en paz, invulnerable. 
Y si consigues transmitir eso, habrá muy pocos que se atrevan a cruzar tu camino. 
Pero no te engañes. Algún día ocurrirá. 
Y ellos siempre tendrán muchas balas. Y tú una sola vida.

Sorpresa

Tenías razón, amor, no era buena idea hacerte una fiesta sorpresa. Lo dijiste muchas veces todos estos años: que nunca te organizara nada parecido. Pero, ¿qué sentido tiene obedecer algo así? Parecías tan tensa, tan frágil, que pensé que necesitabas un momento catártico y relajarte. Subestimé tu miedo a la oscuridad, el pánico de creerte atrapada con un intruso en el apartamento. No llores, amor. Te prometo que lo he entendido. La certeza de mi error es este hermoso palmo de acero inoxidable que, aterrorizada, acabas de hundir en mi vientre. Mientras se encendían las luces 
y todos gritábamos
sorpresa.

Luto


El glorioso domingo que ganaron su primer partido de la temporada, llevaban los brazaletes negros en señal de luto por el expresidente del club.
Siguieron cuatro estrepitosas derrotas, nada inusual, hasta la jornada que volvieron los brazaletes, esta vez por la abuela del utillero. El partido fue un festival: regates memorables, cinco goles maravillosos y bailecitos absurdos en la banda.
Pero las siguientes seis derrotas aniquilaron cualquier optimismo. Finalmente alguien verbalizó la conexión, sugiriendo la posibilidad de llevar luto en el partido clave del domingo.
Fue el portero, ceñudo y pragmático, quién se atrevió a decirlo:
- Pues necesitamos un muerto.

Consanguinidad

Después del terrible cruce de reproches, de los gritos y del dramático clímax de la copa estrellada contra el suelo, podría decirse que el resto de la cena transcurre con bastante normalidad.
No es que haya mucha conversación, ni que en realidad ninguno de los doce comensales (relacionados en diversos grados de consanguinidad) disfrute de la comida. Solo se oye un carcelario golpeteo rítmico de cucharas, algún sorbeteo, un llanto silencioso que ocasionalmente deja escapar un sollozo ahogado. Pero los ojos de la anfitriona muestran un venerable atisbo de aprobación. Definitivamente las cosas están yendo mejor que el año pasado.

La bolsa negra

Toma aire y da una patada a la puerta, el comienzo de todo.

Un segundo después, apunta con un arma falsa a los hombres de la mesa.
Un minuto después, corre cargando la bolsa negra.
Una hora después, con un volantazo esquiva al coche que le embiste.
Un día después, rapado al cero, se afeita apresuradamente la barba.
Una semana después, come un horrible tajín en Marruecos, vigilando la calle.
Un mes después, insomne, contempla el ventilador girar.
Un año después, alguien dice su nombre a su espalda.

Cierra los ojos. Nunca imaginó que este momento también traería el alivio.
 


Veinte metros


Oscar, es que soy tu trampolín emocional. Cada vez que te abandonan me usas para recuperarte y saltar hacia otra. Me buscas porque sabes que siempre te espero y que abandonaré a cualquiera por ti. Pero apenas me das unas semanas de felicidad, un día te apagas como una vela y desapareces.

No es el momento más ortodoxo para esta discusión. El regulador no les permite leer los labios, con la máscara de buceo se pierde la expresión de su cara, el agua ralentiza la lengua de signos. 
Pero las palabras, incluso a veinte metros de profundidad, le queman igual.


Chan Chan

La orquesta se esfuerza en derretir con sones caribeños al auditorio, que parece tallado en piedra. Es una bronca entre los viejos dedos arañando canciones calientes y el público, pálido e inmóvil en sus butacas. Tampoco ayuda el escenario, ese coloso incongruente de telones bermellón. Elegancia histórica para los acordes del Chan Chan y la Tula, qué disparate.
Pero el venerable ritmo se abre paso. Un señor de Birmingham comienza a vibrar con ese punto cubano que no suena, se derrama. Siente que unos labios le soplan sensualmente al oído una palabra nueva.
Involuntariamente el primer herido mueve los pies.

La idea



Con un nítido destello cerebral, llega la idea.
Alcanza la mente del músico aprovechando el vacío que trae la lujuria. El huésped, sorprendido en pleno acto sexual, se interrumpe abrumado. Sus pupilas se dilatan con un fulgor azul. La idea, ese parásito insaciable, irradia su mente con sonidos ultraterrenos. Salta de la cama, expulsa a su irritada amante y dedica la noche entera a componer.
Al amanecer ha creado una canción inolvidable. Un clásico instantáneo.
Toca esa misma noche en su local de siempre.
Con los primeros acordes la idea ataca, voraz.
El público enmudece, arrebatado, y cien pupilas centellean.