Consanguinidad

Después del terrible cruce de reproches, de los gritos y del dramático clímax de la copa estrellada contra el suelo, podría decirse que el resto de la cena transcurre con bastante normalidad.
No es que haya mucha conversación, ni que en realidad ninguno de los doce comensales (relacionados en diversos grados de consanguinidad) disfrute de la comida. Solo se oye un carcelario golpeteo rítmico de cucharas, algún sorbeteo, un llanto silencioso que ocasionalmente deja escapar un sollozo ahogado. Pero los ojos de la anfitriona muestran un venerable atisbo de aprobación. Definitivamente las cosas están yendo mejor que el año pasado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Mal yuyu